martes, 26 de agosto de 2014

La Guerra Gaucha



A fines de Marzo del 1816, iniciaba sus sesiones el Congreso de Tucumán que designó Director Supremo a Juan Martín de Pueyrredón. El nuevo jefe del ejecutivo viajó a Salta ante las críticas y sospechas de muchos porteños, que dudaban de la capacidad militar de Güemes y sus gauchos. Pueyrredón quedó tan conforme que ordenó que el ejército del Norte se retirara hasta Tucumán y ascendió al caudillo salteño al grado de coronel mayor, encomendándole la defensa de las Provincias. Güemes y sus gauchos detuvieron otras siete poderosas invasiones al mando de destacados jefes españoles. La primera -también la mayor de las siete ofensivas que le tocó enfrentar a Güemes-, en 1816, fue la del experimentado mariscal José de la Serna e Hinojosa que ocupó Tarija, Jujuy y Salta y los pueblos de Cerrillos y Rosario de Lerma. Pero Güemes lo dejó incomunicado ocupando Humahuaca, venció a uno de sus regimientos (utilizando técnicas guerrilleras) y dejó sin víveres la capital. De la Serna tuvo que retirarse, hostigado (por las partidas gauchas) y desmoralizado (debido a la noticia de la victoria de San Martín en Chacabuco).
Las victorias de San Martín en Chile y de Güemes en el Norte permitían pensar en una lógica ofensiva común del ejército del Norte estacionado en Tucumán a las órdenes de Belgrano y los gauchos salteños hacia el Alto Perú. Pero lamentablemente las cosas no fueron así. La partida de San Martín hacia Lima, base de los ejércitos que atacaban a las provincias norteñas, se demorará en Chile por falta de recursos hasta agosto de 1820. Belgrano, por su parte, será convocado por el Directorio para combatir a los artiguistas de Santa Fe. Güemes y sus gauchos estaban otra vez solos frente al ejército español.
Meses después las tropas realistas contraatacaron a Fernández Campero (el Marqués de Yavi), el más importante de los segundos de Güemes, y lo capturaron. Pero no pudieron pasar más allá de Jujuy. Toda la población participaba en la lucha: los hombres actuando como guerreros, mientras que las mujeres, los niños y los ancianos lo hacían como espías o mensajeros. Esta clase de lucha arruinó la economía salteña, pero nadie se quejaba, al menos en las clases populares. Jamás obtuvo apoyo económico del gobierno del Directorio y la ayuda que le prestó el Ejército del Norte fue muy limitada, por lo cual, decidiría legalizar monedas privadas locales circulantes desde 1817 que se extendían por todo el noroeste argentino. En 1817 los realistas volvieron a invadir Salta (más de una vez), pero también fueron detenidos. Aunque poco después Güemes sufriría otras invasiones realistas desde el norte en el 1818.
En marzo de 1819, se produjo una nueva invasión realista. Güemes se preparaba nuevamente a resistir. Sabía que no podía contar con el apoyo porteño: su viejo rival José Rondeau era el nuevo Director Supremo de las Provincias Unidas. La prioridad de Rondeau no era la guerra por la independencia sino terminar con el modelo artiguista en la Banda Oriental, que proponía federalismo y reparto de tierras. El nuevo director llegó a ordenarle a San Martín abandonar su campaña libertadora hacia el Perú y regresar a Buenos Aires con su ejército para reprimir a los federales. San Martín desobedeció y aclaró que nunca desenvainaría su espada para reprimir a sus compatriotas.
Ilustración de Güemes y sus gauchos en batalla.

El panorama de la provincia de Salta era desolador. La guerra, permanente, los campos arrasados y la interrupción del comercio con el Alto Perú habían dejado a la provincia en la miseria. Los auxilios no llegaron nunca y la situación se hacía insostenible porque las clases altas de Salta le retaceaban su apoyo por el temor de aumentar el poder de Güemes y por la desconfianza que le despertaban las partidas de gauchos armadas a las que sólo toleraban ver en su rol de peones de sus haciendas. 

En 1820, la lucha entre las fuerzas directoriales y los caudillos del Litoral llegó a su punto culminante con la victoria de los federales en Cepeda. Caían las autoridades nacionales y comenzaba una prolongada guerra civil. En ese marco, se produjo una nueva invasión española. En febrero, el general Canterac ocupó Jujuy y a fines de mayo logró tomar la ciudad de Salta. Fue una de las invasiones más complicadas, ya que avanzó con 4000 hombres. San Martín, desde Chile, nombró a Güemes y le pidió que resistiera y le reiteró su absoluta confianza nombrándolo Jefe del Ejército de Observación sobre el Perú. A Canterac no le irá mejor que a La Serna: terminará retirándose hacia al Norte.

“Lo que la historia recuerda con el nombre de Guerra Gaucha no constituye un episodio, ni está circunscripto a una campaña. Es, por el contrario, un cúmulo de acciones que se desarrollan desde el momento en que Güemes regresa a la provincia de su nacimiento, hasta que muere en ella, un lustro largo mas tarde.
Es una guerra de guerrillas, de recursos, de emboscadas, de cargas de caballería, y de choque de infantes, de la que participa la población en masa, y a la que ni siquiera permanecen ajenas las mujeres…
La guerra gaucha comprende todos los aspectos de una lucha sin cuartel y a muerte. Sus movimientos están perfectamente coordinados, mas no obstante parecen anárquicos. Los realistas tienen siempre al frente un enemigo móvil, que golpea sin cesar, pero que sólo excepcionalmente ofrece blanco para el ataque. Y, por supuesto, la guerra es total. Nadie deja de participar en ella: ni el niño que espía en un camino, ni el anciano que aparenta ir inocentemente de un pueblo a otro, pero que en realidad es portador de algún mensaje.

Cuando las milicias españolas se adelantan por un campo, por un monte o por una quebrada aparentemente libre de toda clase de enemigos, se escucha el ruido producido por el arma de fuego de un franco tirador, y algún soldado realista cae muerto.
Las vanguardias parecen avanzar por tierras desiertas, pero de pronto surge al frente una partida de gauchos que parece haberse descolgado del cielo, desorganiza la vanguardia, causa bajas entre quienes la integran y desaparece tan misteriosamente como se hizo presente, sin dar tiempo a que el enemigo tome represalias.
A retaguardia de los ejércitos realistas, las emboscadas son aún mas frecuentes, y los soldados que se retrasan desaparecen con harta frecuencia.
Los campos están devastados, y en los pueblos, cuando las tropas reales se aproximan, los habitantes desaparecen, llevándose todos los víveres e inclusive los enseres domésticos.
El tiempo trabaja para los patriotas que, bajo la mano maestra de Güemes, van organizándose día tras día, mientras aumentan sus efectivos y la moral se tonifica”.
- Jorge Newton sobre la Guerra Gaucha

Glosario:

  • Lustro: Espacio de cinco años
  • Retaceaban: mezquinar 

Fuente:

1 comentario:

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